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jueves, 13 de agosto de 2015

DEMAGOGIA Y CONFUSIÓN, LAS PROVINCIAS, 14 DE FEBRERO DE 2007


DEMAGOGIA Y CONFUSIÓN


    La deformación del significado de las palabras, el cambio etimológico de las mismas provoca en el receptor confusión. Cuando las palabras vienen a significar cosas distintas de lo que realmente quieren decir, es cuando se produce la demagogia, un abuso de la lengua; un instrumento de confusión.
    No hay ninguna duda que la opinión pública se encuentra víctima de la demagogia de nuestros portavoces políticos, de una mala utilización del lenguaje que hace que todos nos sintamos confusos.
     Parece que la polémica del 11-M sigue levando mucho polvo, como si no se supiera todo, o como si se quisiera demostrar que se sabe todo. Escuchamos un día una cosa y al día siguiente otra; si los explosivos,  son de un tipo o de otro, si llevan un determinado compuesto que lo relaciona con una determinada banda. El atentado terrorista se ha convertido en bandera de unos y otros, como si fuera un testigo que se quieren pasar en beneficio o perjuicio político.
   A estas alturas la demagogia se está elevando a su máxima expresión. Nadie duda que la participación de la guerra de Irak fuera un grave error, España no debía haber apoyado este conflicto bélico, escuchando el clamor popular, aunque tuviera sus motivos e intereses políticos para hacerlo. El PP no podrá nunca justificar esa participación y ese respaldo a una guerra que de momento no ha traído nada positivo.
    Tampoco podemos decir que el apoyo de esta guerra sea el detonante máximo del atentado, porque nada puede justificar moralmente un acto de esa magnitud. En los atentados hay asesinos y víctimas, y el asesinato siempre es cruel e injusto.
    Parece que el PP quiere abanderar la posibilidad de que si participó en el atentado la banda terrorista ETA tienen menos responsabilidad, o es menos grave, pero, si este grupo terrorista no tuvo ninguna implicación ellos quedarían peor parados, y este atentado pudiera ser consecuencia de la lucha antiterrorista de su gobierno.
    Ninguna postura tiene que ser radical, es evidente que el PSOE ganó de una manera lícita las elecciones hace tres años, y que el PP perdió por la consternación de la sociedad española debido a la gran magnitud del atentado. Muchos relacionaron la guerra de Irak y la venganza de los islamistas.
    Los políticos nos confunden por interés, reconocer los errores es de inteligentes, la mentira no puede seguir trayendo la mentira, Irak no tenía armas de destrucción masiva, se equivocaron, y lo correcto es reconocer ese grave error que como vemos a diario, está costando muchas vidas humanas.
     Pero se sigue manteniendo viva esa disputa de responsabilidades, de buscar vencedores y vencidos. Hay una gran verdad, el único responsable del atentado es aquel que lo comete. La amenaza por parte de asesinos para cumplir un objetivo no se puede justificar nunca. Los afectados son las víctimas y sus familiares. Los verdugos anulan todos sus derechos porque se saltan todo el respeto a la vida humana y a las diferentes formas de pensamiento. El caso De Juana Chaos es un claro ejemplo de que tiene que funcionar el estado de derecho, no se puede ceder al chantaje de una persona despiadada, si nuestra sociedad lo consiente, o lo hiciera la justicia, cualquier delincuente podría hacer lo mismo; una huelga de hambre para hacer chantaje con la situación que él mismo crea libremente.
    Conviene que recordemos que el terrorismo existe porque funciona, porque es capaz de conseguir lo que quiere sembrando el terror. Si no lo consiguieran tendrían que utilizar otros métodos. Para estas bandas de asesinos el fin justifica los medios y así deforman el significado de las palabras, haciendo una demagogia barata, convierten al verdugo en un héroe, y a la víctima en daños colaterales, que son justificados por una causa que tiene mucho más valor que la vida humana.
     Por este motivo la clase política debe ser honesta y sincera, para que no se pierda la confianza en la justicia y en los gobernantes que ha elegido el pueblo, para que podamos creer en ellos, para que los intereses partidistas no estén por encima de los del bien común.
     Sobra demagogia por parte de muchos dirigentes, sobra disfrazar las palabras para confundir a la opinión pública. La confianza de los ciudadanos no se gana explotando los temas que más conflicto crean, medidas sociales sensacionalistas que mejoran poco, pero que crean polémica.
    Pidamos a nuestros políticos transparencia, claridad en la exposición de ideas que llamen a las cosas por su nombre; que una nación sea una nación, que un matrimonio sea un matrimonio, que dialogo con terroristas es diálogo con asesinos, que los favores políticos tienen un precio que se reviste de ciertos beneficios encubiertos. Que lo que significan las palabras de la Constitución Española significan lo que dicen, que no podemos llamar a cosas distintas con el mismo nombre simplemente porque queremos contentar a dos partes. Cuando las cosas no se hacen o dicen con claridad lo único que se consigue es confundir.
    La manipulación, la demagogia, decir algo y si no cae bien cambiar y retroceder, jugar a que todo es mutable y cambiable. Esa es la enfermedad de nuestro mundo actual; el relativismo. Una postura que nos confunde a todos porque ya no sabemos lo que es correcto o incorrecto, o porque todo lo que entre en el margen de la  nueva ley se considera como verdad. Todo no se puede cambiar, la verdad debe ser la verdad, y no podemos prostituir la palabra por intereses partidistas.


JAVIER ABAD CHISMOL

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