DEMAGOGIA Y CONFUSIÓN
La
deformación del significado de las palabras, el cambio etimológico de las mismas
provoca en el receptor confusión. Cuando las palabras vienen a significar cosas
distintas de lo que realmente quieren decir, es cuando se produce la demagogia,
un abuso de la lengua; un instrumento de confusión.
No hay ninguna duda que la opinión pública
se encuentra víctima de la demagogia de nuestros portavoces políticos, de una mala
utilización del lenguaje que hace que todos nos sintamos confusos.
Parece que la polémica del 11-M sigue
levando mucho polvo, como si no se supiera todo, o como si se quisiera
demostrar que se sabe todo. Escuchamos un día una cosa y al día siguiente otra;
si los explosivos, son de un tipo o de
otro, si llevan un determinado compuesto que lo relaciona con una determinada
banda. El atentado terrorista se ha convertido en bandera de unos y otros, como
si fuera un testigo que se quieren pasar en beneficio o perjuicio político.
A estas alturas la demagogia se está elevando
a su máxima expresión. Nadie duda que la participación de la guerra de Irak
fuera un grave error, España no debía haber apoyado este conflicto bélico,
escuchando el clamor popular, aunque tuviera sus motivos e intereses políticos
para hacerlo. El PP no podrá nunca justificar esa participación y ese respaldo
a una guerra que de momento no ha traído nada positivo.
Tampoco podemos decir que el apoyo de esta
guerra sea el detonante máximo del atentado, porque nada puede justificar
moralmente un acto de esa magnitud. En los atentados hay asesinos y víctimas, y
el asesinato siempre es cruel e injusto.
Parece que el PP quiere abanderar la
posibilidad de que si participó en el atentado la banda terrorista ETA tienen
menos responsabilidad, o es menos grave, pero, si este grupo terrorista no tuvo
ninguna implicación ellos quedarían peor parados, y este atentado pudiera ser
consecuencia de la lucha antiterrorista de su gobierno.
Ninguna postura tiene que ser radical, es
evidente que el PSOE ganó de una manera lícita las elecciones hace tres años, y
que el PP perdió por la consternación de la sociedad española debido a la gran
magnitud del atentado. Muchos relacionaron la guerra de Irak y la venganza de
los islamistas.
Los políticos nos confunden por interés,
reconocer los errores es de inteligentes, la mentira no puede seguir trayendo
la mentira, Irak no tenía armas de destrucción masiva, se equivocaron, y lo correcto
es reconocer ese grave error que como vemos a diario, está costando muchas
vidas humanas.
Pero
se sigue manteniendo viva esa disputa de responsabilidades, de buscar
vencedores y vencidos. Hay una gran verdad, el único responsable del atentado
es aquel que lo comete. La amenaza por parte de asesinos para cumplir un
objetivo no se puede justificar nunca. Los afectados son las víctimas y sus
familiares. Los verdugos anulan todos sus derechos porque se saltan todo el
respeto a la vida humana y a las diferentes formas de pensamiento. El caso De
Juana Chaos es un claro ejemplo de que tiene que funcionar el estado de
derecho, no se puede ceder al chantaje de una persona despiadada, si nuestra
sociedad lo consiente, o lo hiciera la justicia, cualquier delincuente podría
hacer lo mismo; una huelga de hambre para hacer chantaje con la situación que
él mismo crea libremente.
Conviene que recordemos que el terrorismo
existe porque funciona, porque es capaz de conseguir lo que quiere sembrando el
terror. Si no lo consiguieran tendrían que utilizar otros métodos. Para estas
bandas de asesinos el fin justifica los medios y así deforman el significado de
las palabras, haciendo una demagogia barata, convierten al verdugo en un héroe,
y a la víctima en daños colaterales, que son justificados por una causa que
tiene mucho más valor que la vida humana.
Por este motivo la clase política debe ser
honesta y sincera, para que no se pierda la confianza en la justicia y en los
gobernantes que ha elegido el pueblo, para que podamos creer en ellos, para que
los intereses partidistas no estén por encima de los del bien común.
Sobra demagogia por parte de muchos
dirigentes, sobra disfrazar las palabras para confundir a la opinión pública.
La confianza de los ciudadanos no se gana explotando los temas que más
conflicto crean, medidas sociales sensacionalistas que mejoran poco, pero que
crean polémica.
Pidamos a nuestros políticos transparencia,
claridad en la exposición de ideas que llamen a las cosas por su nombre; que
una nación sea una nación, que un matrimonio sea un matrimonio, que dialogo con
terroristas es diálogo con asesinos, que los favores políticos tienen un precio
que se reviste de ciertos beneficios encubiertos. Que lo que significan las
palabras de la Constitución Española significan lo que dicen, que no podemos
llamar a cosas distintas con el mismo nombre simplemente porque queremos
contentar a dos partes. Cuando las cosas no se hacen o dicen con claridad lo
único que se consigue es confundir.
La manipulación, la demagogia, decir algo y
si no cae bien cambiar y retroceder, jugar a que todo es mutable y cambiable.
Esa es la enfermedad de nuestro mundo actual; el relativismo. Una postura que
nos confunde a todos porque ya no sabemos lo que es correcto o incorrecto, o
porque todo lo que entre en el margen de la
nueva ley se considera como verdad. Todo no se puede cambiar, la verdad
debe ser la verdad, y no podemos prostituir la palabra por intereses
partidistas.
JAVIER ABAD CHISMOL
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